vigilante nocturno

El Vigilante Nocturno: Una Presencia en las Sombras

«Cuando cae la noche, las estrellas no son lo único que nos observa desde el cielo.»

Las calles están desiertas, sumidas en un silencio que solo se interrumpe por el crujido de las hojas bajo mis pies. Cada paso resuena en la noche, una sinfonía de soledad. Mientras camino, la brisa fresca acaricia mi rostro, pero hay algo más, algo que me eriza la piel. Una sensación extraña, como si sombras invisibles danzaran a mi alrededor, esperando a que me descuide.

Todo comenzó una noche como cualquier otra. Decidí salir a caminar, disfrutando de la calma que trae la oscuridad. La luna, aunque oculta tras las nubes, me guiaba, y las estrellas parpadeaban como pequeños ojos curiosos. Pero pronto noté una figura, un vigilante nocturno que parecía seguirme a lo lejos.

Al principio pensé que era mi imaginación, un producto de la soledad y el silencio. Pero, a medida que avanzaba, la figura se mantenía siempre a la misma distancia, como un eco de mis propios pasos.

La figura era oscura, casi etérea. En las pocas ocasiones en que miré directamente, me parecía que no había nada más que una silueta. Sin embargo, algo en su presencia me incomodaba profundamente. Me preguntaba si otros también la veían.

Me detuve, giré sobre mis talones y, por un momento, la figura se desvaneció en la penumbra. Pero cuando volví a mirar hacia adelante, ahí estaba, inmutable, como un vigilante eterno.

Con cada paso que daba, la ansiedad crecía. Empecé a acelerar el ritmo, sintiendo el latido de mi corazón como un tambor que marcaba el compás de mi miedo. ¿Qué era esa cosa? ¿Era una ilusión provocada por la noche? O tal vez, algo más.

vigilante nocturno

Sabía que no debía mirar atrás, pero el impulso era abrumador. En un arrebato de valentía, me volví, dispuesto a enfrentar a mi perseguidor.

Pero la sombra había desaparecido. La oscuridad había engullido lo que creía que era un vigilante nocturno. Sin embargo, cuando creí que había escapado, noté una presencia más cerca, como si algo se asomara entre las sombras. La noche se tornó aún más fría, y el aire se volvió denso.

Al llegar a casa, las luces me dieron la bienvenida, pero la sensación de ser observado persistía. Miré por la ventana hacia el cielo estrellado. Esa figura podría estar allí, en cualquier parte, acechándome entre las estrellas. La idea me inquietó: ¿quién o qué era ese vigilante que me seguía? ¿Acaso había más que solo mi mente atormentada por la noche?

La sombra se ha convertido en parte de mis caminatas nocturnas, y aunque ahora estoy a salvo entre cuatro paredes, la inquietante certeza de que esa figura puede estar siempre acechándome me acompaña.

Así que, si alguna vez decides caminar bajo el manto estrellado de la noche, recuerda que no estás solo. Puede que, al mirar hacia atrás, encuentres un vigilante nocturno que también observa las estrellas.

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