El hombre que no respetó el día de los muertos

En cierta ocasión, un hombre no respetó el día de difuntos. Se trataba de un hombre que no quería perder un solo día de trabajo en su parcela. Así que cuando llegó la fecha de celebrar el día de difuntos se dijo: “No voy a perder mi tiempo en este día, debo ir a trabajar a mi parcela, cada día debo buscar algo para comer y no voy a gastar mi tiempo y dinero para esta fiesta.”

Así que se fue a trabajar al campo, pero cuando estaba más ocupado escuchó una voz que salió del monte y le decía: “Hijo, hijo, quiero comer unos tamales (kuatzam).”

El hombre se quedó muy sorprendido y pensó que era su imaginación la que le hacía oír esa voz, pero poco después escuchó claramente otras voces, como de personas que conversaban entre sí y lo llamaban por su nombre.


Entonces reflexionó sobre lo que estaba sucediendo y comprendió que eran voces de su padre y familiares difuntos que clamaban por las ofrendas que les había negado.

Inmediatamente dejó su trabajo y regresó corriendo a su casa; ahí le dijo a su mujer que matara unos guajolotes (pavos) e hiciera unos tamales (Especie de empanada de masa de harina de maíz , envuelta en hojas de plátano o de la mazorca del maíz , y cocida al vapor o en el horno) para ofrendarlos a sus difuntos en el altar familiar.

Mientras la mujer trabajaba sin cesar en la cocina preparando las ofrendas, el hombre se acostó a descansar por un rato. Cuando todo quedó listo fue la mujer a despertar a su esposo. No logró despertarlo, pues el hombre estaba muerto.

Aunque había cumplido con lo que pedían sus familiares difuntos, estos de todos modos se lo llevaron.

Es por eso que en la región de Huasteca (México) se cree que es una obligación preparar ofrenda para los difuntos.