El periodista Jesús Quintero, maestro de los silencios, muere a los 82 años

Jesús Quintero, el periodista famoso por sus silencios en las entrevistas que realizaba en TVE a famosos en programas como ‘El loco de la colina’, ‘ratones coloraos’ o ‘ el perro verde’ ha fallecido en la residencia los Remedios en Ubrique (Cádiz) a los 82 años tras llevar un mes ingresado en ella.

Enfermo desde hace varios años, con problemas cardiacos y respiratorios, su última batalla contra el tiempo la ha perdido y desafortunadamente con ello ha hecho el silencio más grande de su vida, el silencio eterno.

Sus hijas, sus dos ex parejas y su actual esposa acordaron con él el traslado a la residencia y hace sólo una par de semanas mantenían viva la esperanza. «Confiamos en que se recupere», aseguraba a el diario EL MUNDO María, su mujer, a la que ha dejado viuda y que lo ha sido casi todo en los últimos años, pero sobre todo su admiradora más ferviente, su apoyo en los proyectos que todavía le rondaban y la gran guardiana de su legado.

El silencio fue para Quintero más que una herramienta o un descubrimiento periodístico. Era un refugio y en él encontró en sus últimos años la paz cuando los focos no le buscaban y el mundo al que deslumbró con su maestría de entrevistador le había dado la espalda. Solo interesaba ya la noticia de su propia ruina, la crónica de su ocaso profesional y, sobre todo, personal.

Aunque no le gustaban y rehuía de conceder entrevistas, siempre abría la puerta a quien llamaba a su timbre y el gran conversador que llevaba dentro no resistía entonces la tentación de hablar.

Jesus Quintero con el Risitas

Quintero era un genio completo y, como todo genio tuvo sus luces y sus sombres, su huella no siempre fue positiva. Especialmente entre quienes trabajaron cerca de él en sus tiempos de gloria, cuando el foco, como a él le gustaba, siempre le apuntaba. Uno de sus colaboradores más cercanos en aquella época fue Jesús Melgar, quien este mismo año publicó su particular retrato de Quintero en El Loco, una biografía en la que recorría, con el detalle de quien había sido testigo de excepción, aquellos años excepcionales.

Melgar no ahorraba elogios a quien fue su jefe, pero tampoco se quedó corto en críticas. «Nos vampirizaba a todos los que estábamos alrededor», confesó a este periódico un año antes de publicar su libro, precisamente cuando la tormenta arreciaba con informaciones que hablaban de su práctica indigencia y aislamiento de su familia.

No vivía en la miseria, aunque el enorme patrimonio que llegó a acumular en la cúspide de su carrera había desaparecido al ritmo de sus sonados fracasos empresariales, como el del Teatro Quintero, un monumento a la megalomanía de su impulsor que se llevó sus últimos ahorros.

Captura TVE

Pero Quintero no estaba acabado y vivía sin lujos pero cómodamente entre pinos y con el olor a mar que le llegaba hasta su refugio. Se había casado con María, a la que sus amigos definen como una «mujer de luz», buscaba cómo romper su silencio profesional con alguna de esas ideas que alumbraba sin esfuerzo pero que, la mayoría de las veces, no pasaba de eso, de ser una idea con un brillo fugaz.